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Toda letra es la última letra

Podemos imaginar al último escritor, con el que desaparecería
sin que nadie lo supiera el pequeño misterio de la escritura.[...]
¿Cuál sería el resultado de esto? Aparentemente un gran silencio.
Maurice Blanchot, El libro por venir

Con el enunciado Toda letra es la última letra, Jorge Méndez Blake compone el escenario de su nueva exposición en la galería Travesía Cuatro de Madrid.

La frase encierra el instante creativo del lenguaje, un lugar donde algo comienza y algo termina. Un punto de inflexión donde se expone la fragilidad de la cultura como instrumento de comunicación, al situarnos en un momento histórico cercano a la catástrofe. Con su disección cada letra adquiere autonomía ocupando distintos formatos. Parece existir la voluntad de homenajear al signo, en una especie de acto melancólico hacia la creación del alfabeto hace más de 5.000 años con el que la civilización se ha formado.

Somos signos, somos lenguaje.

A las puertas del post-lenguaje, donde se gesta la muerte del abecedario, del escritor, de la literatura, Toda letra es la última letra, se alza ante la amenaza de una distopía posible y a la vez como grito de auxilio y aviso para no perder nuestro mundo, para guardar los signos que nos conforman, un grito poético en grandes titulares para que guardemos lo que nos queda de humanos en la palabra.

Toda letra es la última letra

We can dream about the last writer, with whom would disappear,
without anyone noticing it, the little mystery of writing. [...]
What would be the result? Apparently a great silence.
Maurice Blanchot, The Book to Come

With the statement Toda letra es la última letra [Every letter is the last letter], Jorge Méndez Blake sets the stage for his new exhibition at Travesía Cuatro in Madrid.

The phrase contains the creative moment of language, a place where something begins and something ends. A turning point where the fragility of culture as an instrument of communication is exposed, placing us in a historical moment close to the catastrophe. With its dissection, each letter acquires autonomy, taking up different formats. There seems to be a will to pay homage to the sign, in a kind of melancholic act towards the creation of the alphabet more than 5,000 years ago with which civilization was formed.

We are signs, we are language.

On the threshold of post-language, where the death of the alphabet, of the writer, of literature is gestated, Toda letra es la última letra [Every letter is the last letter] rises before the threat of a possible dystopia and at the same time as a cry for help and warning not to lose our world, to save the signs that constitute who we are, a poetic cry in big headlines so that we keep the what is left of humans in the word.